Origen de la historieta

Origen de la historieta gy nikoosaurus Ac•Ka5pR 02, 2010 4 pagcs Casi todo el mundo coincide en afirmar que la comunicación humana se crea según las necesidades de una sociedad y se transforma al mismo ritmo vertiginoso con el que el mundo obliga al hombre a evolucionar. Sin embargo, esta aseveración puede no ser tan cierta: tal vez al hombre le gusta engañarse a sí mismo y, contrariamente a lo que pudiera pensarse, es él quien extorsiona a su mundo para transformarlo.

De cualquier forma, la historia siempre es la misma. Es el hombre quien la crea. Y hablar de la historia del hombre s’gnifica hablar e un ente social que, a través del tiempo, ha creado una enorme gama de fórmulas expresivas para comunicarse con sus semejantes… y la historieta (también conocida con el anglosajón término de cómic) es tan sólo una de ellas. ora En su definición más «secuencia Sv. çx to View de representaciones TI cas da or texto, que relatan una acción» (1 odría decirse que, para existir como tal, r conformada básicamente por dos elementos: lenguaje iconográfico y lenguaje escrito. Pero ello no es necesariamente cierto, ya que en la actualidad pueden apreciarse varios buenos ejemplos de cómics ue, sin hacer uso de una sola letra, son capaces de ofrecer un relato completo (estilo que puede observarse en grandes maestros del cómic europeo, como Manara o Moebius).

Aunado a ello, se ha comprobado que los seres humanos, mucho Swipe to page antes de que lograran conformar un lenguaje (y, por consiguiente, un auténtico alfabeto), primero utilizaron imágenes para comunicarse. Es por esta razón que lo más factible sería buscar el origen de las historietas en la misma prehistoria, cuando el hombre primitivo, quizás obedeciendo a una mera necesidad de aspecto religioso, buscó la manera de transmitir sus ensamientos y dejarlos plasmados en su vida cotidiana.

Fue así como artistas desco-nocidos nos heredaron un rico legado en las piedras: las pinturas rupestres, las cuales constituyen el primer ejemplo que se conoce de la expresión gráfica (y sobra decirlo, también art(stica) de los pensamientos del hombre. Miles de años después, el florecimiento de la cultura egipcia trajo consigo un avance notable en la expresión humana con la consolidación de la escritura jeroglífica, la cual fue capaz de transmitir simbólicamente una historia.

Por increíble que parezca, as primeras bases de la historieta quedaron asentadas en las paredes de los templos egipcios y en el milenario papiro, pues los escribas de aquella época solían representar la figura de sus faraones carente de toda perspectiva, haciéndolas contrastar enormemente con el estilo que usaban para dibujar a personas de menor rango o al pueblo en general, a los que dotaban de cierto dinamismo y dimensión.

De esta manera, el faraón (de quien se tenía la creencia de que descendía directamente de Ra, el Dios del Sol) aparece en los jeroglíficos egipcios como una figura por demás plana, con el fin de dif el Sol) aparece en los jeroglíficos egipcios como una figura por demás plana, con el fin de diferenciarlo de la gente «común y corriente»: iconográficamente hablando, el faraón no existía en el mismo plano en el que habitaba su pueblo.

Esta característica pictográfica, la de «realzar a un personaje por medio de la perspectiva en el dibujo, sigue siendo utilizada en las historietas actuales para darle un trato diferente al protagonista, con el fin de que el lector sea capaz de diferenciarlo fácilmente del resto de los personajes. Quizá resulta una obviedad afirmar que el nacimiento de a historieta se remonta al inicio del lenguaje gráfico y de la escritura, pues todos los medios de comunicación actuales comparten el mismo origen. ara definir cuándo surge el cómic como un género narrativo propiamente dicho es necesario dirigirnos hacia la segunda mitad del siglo XIX. Más específicamente, al año de 1865, cuando el caricaturista alemán Wilhelm Busch (1832-1908) creó a los primeros personajes de historieta: Max und Moritz fue la primera tira cómica que apareció con cierta periodicidad en la prensa europea, con un texto escrito en forma de verso que narraba las travesuras de dos traviesos iños. El trabajo de Busch es considerado como la prueba más fehaciente de que el cómic moderno tuvo su origen en el continente europeo.

Incluso existen evidencias anteriores a Max und Moritz que refuerzan esta teoría, como las hojas volantes (catchpermy prints) que se vendían en las ferias y mercados de Inglaterra, Fran 3Lvf4 las hojas volantes (catchpermy prints) que se vendían en las ferias y mercados de Inglaterra, Francia y España durante los siglos XVII y XVIII. Las hojas volantes no eran más que pliegos sueltos en los que, con dibujos y texto, se narraban historias picarescas, ucesos políticos, nuevas oraciones religiosas y hasta milagros, protagonizados gene-ralmente por animales antropomorfos.

Otro buen indicio sobre la localización de la verdadera cuna del cómic se encuentra en el trabajo del dibujante inglés James Gillray (1757-1815), el cual es un excelente ejemplo de la caricatura poltica que solla realizarse a principios del siglo XIX. De hecho, Gillray fue uno de los primeros caricaturistas que se vio en la necesidad de recurrir a los diálogos sostenidos entre los personajes de sus viñetas para completar la idea que deseaba ransmitir (casi siempre una cntica), convirtiéndose en un pionero en el uso de los llamados «globos» o «bocadillos».

A finales del siglo XIX, la historieta fue adoptada por los Estados Unidos de Norteamérica, y sólo entonces alcanzó su mayor esplendor. El nacimiento del cómic norteamericano marcó la revolución —y posterior industrialización- de la historieta, transformándola de un simple medio de entretenimiento a un producto comunicativo de gran complejidad. Bibliografía: – Larousse, Diccionario Esencial de la Lengua Española. Masotta, Óscar, «La Historieta en el mundo moderno».