Feminidad y masculinidad gy telixita Ac•Ka6pR 02, 2010 8 pagos NUEVOS PARADIGMAS DE MASCULINIDAD Y FEMINIDAD En el siguiente tema a exponer hablaremos sobre cómo han ido revolucionando las ideas sobre lo masculino y lo femenino en los últimos años. Definamos, para comenzar, ¿Qué es un paradigma? Según la definición que nos dice platón. Son las ideas o tipos ejemplares de cada cosa.
Según él, las cosas concretas que percibimos con nuestros sentidos y aún con nuestro entendimiento, mientras con el ejercicio no nos purificamos de lo sensible, son imitaciones, representaciones (eidola) de otras realidades formales eminentemente tales ó tales), separadas de toda materia y subsistentes en sí. Con eso, podemos empezar a abordar el tema. La llegada de la Revolucion Tecnoló ica ue ha ido surgiendo las últimas décadas ha h o en la forma de org n día.
Por ejemplo, pensar de las mujere S»içxto no es la misma form na que vivió en la e oen década de los 50 ‘s, a s que están en la actualidad; el concep ino era diferente, incluso se pod[a llegar a pensar que en lugar de masculino, era machismo aunque actualmente se diga que ya no existe, este sigue siendo «Invisible». Es posible que en muchas áreas se considere a las mujeres como iguales, pero los hombres siguen siendo más iguales. En México, las mujeres no son dueñas de su tiempo.
Cuando salen, gastan dinero, ven a sus amigos y amigas, todavía se espera que rindan cuentas. Los padres, hermanos, novios y maridos se sienten con d Swipe to page derecho a recibir una explicación detallada de sus actividades cotidianas, pero no aceptan que se les pregunte sobre las de ellos. En la casa, los hombres pueden decir «No me molestes, estoy viendo la tele», pero las mujeres no, pues se supone que deben de estar disponibles noche y día para su marido y sus hijos. El primer conflicto masculino se centra en la cuestión de la igualdad de la mujer y el hombre.
Una cosa es que éste «acepte» que la mujer se relacione como su igual en el espacio privado y en el público, y otra que ella compita con él de tú a tú, por ejemplo, para ocupar un puesto de mayor nivel jerárquico, o que cuestione su autoridad en el espacio pnvado. Esto sintetiza un proceso complejo mediante el cual la mujer salió al espacio público, diversificando su presencia en todas las ramas económicas, es decir, creando las bases para su independencia económica, y luego con el apoyo de una carrera profesional ascendió a puestos e poder que le permiten tomar decisiones que influyen en el ámbito público.
Se trata de un proceso mediante el cual se replantea el equilibrio del poder entre los géneros, impidiendo en los hechos que el hombre continúe con prácticas autoritarias. Si ya iniciada la emancipación femenina el trabajo remunerado de las mujeres era visto por el hombre como una «ayuda» a la manutención del hogar, independientemente de que cubriera la doble jornada, las mujeres que han tenido acceso al poder constituyen muchos casos en los que su ingreso es superior al de su pareja.
En estas condiciones de igualdad y a veces de esventaja, el hombre, se persuade a abandonar las justifi estas condiciones de igualdad y a veces de desventaja, el hombre, se persuade a abandonar las justificaciones sociales para actuar autoritariamente; ahora tiene que compartir el poder y en muchos casos a perderlo, pues la base económica que sustentó su autoridad se ve mermada, cuestionada o minimizada al grado de considerarla virtualmente en desaparición.
Se trata de mujeres y hombres que son producto de un cambio cultural, en el que la identidad genérica queda atrapada entre el pasado y el presente, entre valores anticuados y un mundo nuevo ue envía mensajes simbolicos que poco tienen que ver con las prácticas sociales de hoy.
De esta manera, las mujeres que sufren estos conflictos se debaten entre su incapacidad para superar una estructura tradicional de valores y una actitud masculina de la práctica concreta; por sutil que esto sea, reproduce el esquema tradicional que sigue colocando a la mujer en una suerte de servidumbre hacia el hombre, aun cuando esto se limite a un ritual social en el cual esta última guarda ciertas atenciones a «su hombre», o que en el espacio familiar, así se cuente con los recursos económicos para emplear personal doméstico que se ncargue de las tareas de la casa, continúe con la responsabilidad de estas actividades.
Si este tipo de situación revela cierto grado de conflicto en la mujer, las condiciones actuales sitúan a los hombres, quizás, en una posición algo más difícil. or una parte, es éste quien se ha visto desplazado por una mujer que, al revelarse en contra de la autoridad masculina, «invade» espacios resguardados por una cultura «machista» que nieg 31_1f8 cultura «machista» que niega no los derechos, sino la capacidad de la mujer para desempeñarse en ámbitos regidos por atribuciones ue la sociedad sólo le concedía al género mascullno, como es el caso de la razón, la objetividad, la ambición, la autoridad, la seguridad, el pragmatismo, etc. es decir, en general, la inteligencia. Las nuevas identidades sobre todo de las mujeres que han alcanzado posiciones valoradas socialmente, ya sea el reconocimiento a una práctica artística, deportiva, intelectual, o bien, una actividad altamente remunerada, representan la transformación de las estructuras simbólicas que con anterioridad le permitieron al hombre encontrar «razones» para evitar o Ilmltar el acceso de las mujeres a las posiciones sociales en las que se jerce alguna cuota de poder.
Estamos en el quid de la discusión sobre el papel del hombre en el contexto de cambio cultural, en el que es necesario discutir si los hombres han de incorporarse como promotores de las transformaciones sociales o como elementos de contención que vuelven más tortuosas las nuevas relaciones entre los géneros. En ese sentido nos referiremos a dos ejemplos, el primero se Sltúa en el marco de las relaciones familiares, donde la pareja comparte o no la reproducción del espacio privado.
La disyuntiva se plantea entre una posición moderada que mantiene, en sencia, las actitudes tanto femeninas como masculinas que continuan colocando al hombre en condiciones de privilegio respecto a la mujer, y una nueva conducta en la que el propio hombre adopta nuevas formas privilegio respecto a la mujer, y una nueva conducta en la que el propio hombre adopta nuevas formas de participación en el espacio privado.
Esto nos explica un giro cultural a partir del cual el hombre moderno plantea otras formas de interacclonar con su pareja y los hijos. as mismas formas de expresión sentimental y emocional propician un espacio en el que, poco a poco, se supera a violencia simbólica a la que de manera inevitable conducía el monopolio del poder masculino. Los padres están ahora frente a la oportunidad, por ejemplo, de mantener una relación afectiva con sus hijos, sobre todo hombres, que coadyuva a la recreación de un clima realmente familiar.
Al mismo tiempo, el desterrar de las prácticas privadas los viejos valores machistas que presumiblemente dotarían a los varones de la seguridad propia de su género, permiten construir relaciones más favorables para que cada miembro de la familia adquiera la seguridad que tanto hombres como mujeres requieren. Esto constituye una e las principales estrategias para eliminar la reproducción de la violencia familiar. Otro de los tabúes que el hombre actual no ha logrado franquear, y quizás el más sencillo en la práctica, es el asumir su responsabilidad en las tareas domésticas.
No se trata de partlcipar en la actividad que más gusta al hombre, ya sea el cocinar o hacerse cargo del jardín, sino de compartir equitativamente las cargas de trabajo. una relación equilibrada en la vida cotidiana, en forma aparente tan sencillo, propiciará la construcción de bases sólidas que sin duda serán aprovechadas por las nuevas generaciones, pues es p ases sólidas que sin duda serán aprovechadas por las nuevas generaciones, pues es precisamente en el espacio familiar que los individuos van comprendiendo el sentido de los símbolos que le permitiré actuar de manera coherente con su entorno social.
El hecho de que los hijos, hombres y mujeres, vean al padre cumpliendo funciones que antes estaban destinadas socialmente al género femenino, establece una situación de rompimiento con la tradición, que en el caso mexicano se expresa a partir de los extremos masculinos con las posiciones machistas que desprecian cualquier tipo de acción asociada con el género emenino.
Una nueva conducta masculina en la vida cotidiana con certeza será más benéfica para la educación de los hijos, que su sometimiento a una cascada discursiva en la que se pone de relieve la importancia de crear relaciones igualitarias entre los géneros. La expansión de estas nuevas formas de relación familiar combatirá de manera «natural» las relaciones tradicionales y, por tanto, marcará el inicio de la mejor ruta para desterrar las prácticas machistas que castran las relaciones plenas entre el hombre y la mujer.
El machismo constituye un lastre no sólo para la mujer sino ambién, y hoy quizás en mayor medida, para el hombre mismo. Las propias condiciones sociales plantean situaciones adversas para que el hombre continúe como responsable/encargado de tomar las decisiones que definen el destino de la familia. Las formas muchas veces grotescas de cómo el hombre tiene que demostrar su valentía se han vuelto un peso del que hoy podemos deshacernos.
Al igual que el hecho de que éste tenga valentía se han vuelto un peso del que hoy podemos deshacernos. Al Igual que el hecho de que éste tenga que ser el principal proveedor del hogar. La actitud conflictiva de los ombres que en el fondo no aceptan que sus mujeres participen económicamente en el sustento familiar en igualdad de circunstancias, o que en ocasiones ganen más y aporten mayores recursos revela la persistencia de una identidad masculina que corresponde al pasado, de una percepción machista de las relaciones de pareja.
Esto constituye la piedra angular de la nueva cultura que reconoce la igualdad entre los hombres y las mujeres, pues así como el hecho de que el hombre fuera el proveedor exclusivo de la familia sentaba las bases del poder masculino, la ausencia de esta referencia deja al varón sin «justificación» para ue siga monopolizando el poder en las relaciones de la pareja.
Se trata, precisamente, de uno de los principales conflictos que enfrenta el hombre moderno, un conflicto entre los resabios de una cultura tradicional y los nuevos requerimientos de las prácticas cotidianas actuales. Sin duda, el hacer conciencia de este problema nos conducirá en mejor forma a superar este cambio cultural. Concluyendo, el estudio de uno de los géneros nos conduce, inevitablemente, al reconocimiento del otro, de tal manera que resulte extremoso el intentar aislar una parte que es inseparable del todo. La cultura genérica o de los géneros.
Sin embargo, una línea que sintetiza los diferentes aspectos a los que hemos hecho referencia es la concentración histórica del poder en el género masculino y la subordinación de la mujer. T concentración histórica del poder en el género masculino y la subordinación de la mujer. Tal situación refleja el ejercicio autoritario del poder que hoy amenaza tanto a hombres como mujeres, pues resulta cierto que el manejo monopólico del poder por parte de los hombres impuso una desigualdad armoniosa en el marco de la familia nuclear.
Hoy, tanto las condiciones conómicas como las culturales hacen impensable que las mujeres modernas, sobre todo aquellas que son conscientes de sus posibilidades de desarrollo, acepten una situación de desigualdad, por cómoda que ella resulte. Es fundamental señalar que no se trata de generar tan sólo una nueva cultura genérica, sino de promover un cambio cultural general que propicie mejores condiciones economicas, políticas y sociales a las relaciones entre los géneros. Estaremos fracturando la realidad social, confundiendo una batalla con la guerra.
Planteamos esto porque, precisamente, una hipótesis que uía este ensayo es que las actuales condiciones económicas y sociales van en detrimento de la percepción que de el hombre tiene de él mismo, provocándole una profunda crisis en su identidad genérica que le hace confundir si la causa proviene de la emergencia de las nuevas identidades femeninas o de condiciones economicas adversas. O será posible pensar que la crisis de la identidad masculina no afecta en la actualidad a las mujeres. De no ser así, tendremos que actuar conjuntamente para transformar con rapidez una cultura que todavía parece resistirse al cambio. 81_1f8