El Jefe Iba Descalzo

El Jefe Iba Descalzo gyJohnkcIIymartinez cbenpanR 09, 2016 4 pagos el jefe iba descalzo Enviado por yadrisonangel 29/07/2014 876 palabras PÁGINA Introducción: «El Jefe iba descalzo», la historia del hallazg del Generalísimo Truj por un obrero muy p Domingo. Mediante ora el Moli n académco, cuenta botas preferidas on encontradas udad de Santo atos muy curiosos e interesantes de la vida cotidiana y la personalidad del dictador. Siendo su voz la más constante por décadas, examinando la cultura y sociedad dominicana a través de sus narraciones sobre este

A continuación un brevísimo resumen de esta interesante singular historia. muy tristes. Era casi siempre basura de tercera. El Vertedero está en la parte alta de la ciudad de Santo Domingo, en un lugar llamado Guaricanos. Allí los «buscadores» se han organizado para sacarle a la basura aquellos objetos que pueden ser de uso cotidiano. Patricio, uno de los obreros, era el encargado de ir echando los cubos de basura en la boca abierta del camión que ruidosamente la cerraba tragándose los desperdicios.

Pero Patricio lleva tres sacos colgando detrás de la gran boca de metal que tragaba esperdicios, y en cada uno de los sacos colocaba la basura de prmera, la de segunda, la de tercera. Cuando vio aquel par de botas destartaladas no supo qué hacer, no encontró medida para clasificarlas. ¿Eran basura de primera? Quizás. Estaban en tan mal estado que llevarlas al zapatero y componerlas costaría más que el precio original. En vez de echarlas en uno de los sacos decidió colgarlas en su brazo derecho y llevarlas como palomas atadas por las patas.

No dijo nada a Bolívar, quien había cambiado su idea de jubilarse por la de seguir haciendo ventas de materiales omo las de basura de primera, segunda y tercera, con lo cual ganaba más que el sueldo mísero con el que el Cabildo le pagaba. Ese día estaban allí los «arqueólogos» realizando su práctica. En el trayecto hacia El Vertedero Patricio comentó con Bolívar que teníael presentimiento de que sucederían cosas imprevistas. -Ah tú, siempre tan pesimi Bolívar que teníael presentimiento de que sucederían cosas imprevistas. -Ah tú, siempre tan pesimista -le contestó Bolívar fumando a una espantosa velocidad. Es que anoche soñé con el Generalísimo Trujillo. Pero el Generalísimo lo mataron hace ya años; ya la tiranía no vuelve. -Sí, pero soñar con gente así, trae mala suerte. La Isabela era el nombre dado al nuevo barrio de apartamentos levantados por el gobierno cerca del lugar, pero aquellos que no recibieron casa se trasladaron hacia las orlllas del río y continuaron usando el nombre como si el barrio jamás hubiese sido modificado. El gentío estaba al final del camino donde un capataz del Cabildo mostraría el lugar en donde el camión número 16 le correspond[a voltear sus desperdicios.

El lugar seguía correspondiendo a sitios estinados a camiones con basura de tercera. Cuando el camión llegó al final del camino, patricio y los demás obreros hicieron descender las bolsas que fueron a parar a manos de una especie de tasador, o sea de un señor capaz de analizarlas para saber cuánto podían costar. El «tasador» se llamaba Juan Migraña, nombre que le hab[an puesto sus compañeros desde la época en que fuera militar, durante la dictadura del Generalísimo, porque sufría de repentinos dolores de cabeza. -A ver, a ver. Ustedes siempre traen porquerías que no sirve ni para botar.

Revisó las bolsas, «tasó» su ntregó a Bolívar unos 3Lvf4 cuantos pesos que este, Revisó las bolsas, «tasó» sucontenido y entregó a Bolívar unos cuantos pesos que este, a su vez, distribuyó entre sus tres obreros. -Eh, ¿y esas botas? -dijo Juan Migraña, a medio sonreír. -Son mías, las voy a arreglar. -Tienes que pasarlas por el tasador, soy yo quien decide si te quedas con ellas o no; para algo soy el jefe de esto. Entonces Bolívar también recriminó a Patricio. -Sabes que todos estamos comprometidos a enseñar al tasador los objetos.

No puedes quedarte con nada -aunque esto sea basura- sin «reportarlo antes». Patricio desató las botas de su cuello. Eran de piel legítima. El taco desgastado, algunos ojales desprendidos, el calcañal lleno de rajaduras, y una lengüeta menos. ¿Para que podr(an serv’ir unas botas como estas?.. Juan Migraña examinó la mercancía. -Te costará más el arreglo que la bota. -No me importa. -Llévatela, al fin y al cabo hay miles de zapatos viejos en mejor estado. Cuando Juan Migraña devolvió las botas a Patricio Díaz este dio meda vuelta y las colocó en el piso del camión