Analogias strawson

Siguiendo con el resumen del libro Análisis y Metafísica de Strawson, toca el turno del primer cap[tulo. Hay una clase de filosofía que todavía florece y que lo seguirá haciendo con seguridad mientras los hombres continúen meditando sobre su naturaleza y sobre su situación moral. Hablo de ese género de reflexión más o menos sistemática que uno halla en las obras de Heidegger, Sartre y Nietzsche, del que no hay duda de que ha presidido en gran medida la obra de este último filósofo: un género de reflexión que conduce a veces a un nuevo enfoque de la vida y la experiencia humanas.

La filosofía analítica no promete ninguna visión reveladora. Su objetivo es bastante diferente. Su actividad favorita es el «análisis conceptual». Se trata de un trabajo intelectual que consiste en desmenuzar ideas c conce tos’ en descubrir cuáles son los elementos en los qu cepto o una idea. ora gra nominada Analogía Se puede establecer a n de la Terapia, en laq el fil asemeja a un cierto eor(as, sino que tipo de terapeuta qu aporta una técnica.

P filósofo analítico es la de poner orden en nuestras cosas o la de ayudarnos a hacerlo; la de liberarnos de las confusiones obsesivas, de los falsos odelos que dominan nuestro pensamiento y capacitarnos para ver con claridad lo que tenemos delante de nosotros mismos. Nuestros desórden Swipe to View nexr page desórdenes nunca surgen cuando nuestros conceptos o nuestras ideas están desempeñando realmente su labor, sino tan sólo cuando holgazanean.

Nos topamos con problemas cuando permitimos que los conceptos o las palabras se desvinculen de su uso real, de los asuntos teóricos o prácticos que les dan su significación, cuando permitimos que discurran ociosas por nuestra mente. Poder hacer algo es muy distinto de poder decir cómo se hace. Las gramáticas se aprendieron implícitamente mucho antes de que se las escribiera explícitamente; y las gramáticas implícitas son necesarias para el habla y, por lo tanto, necesarias para el pensamiento.

Los seres humanos racionales, capaces de un pensamiento maduro, deben tener un conocimiento implícito de más cosas que gramáticas. En nuestras transacciones con el mundo manejamos un bagaje conceptual enormemente rico, complicado y afinado; pero ni se enseña, ni se podría enseñar, a dominar todos los elementos que integran este formidable bagaje cuando se nos enseña la teoría e su empleo. Aprendemos las palabras «mismo», «real» o «existe» y su uso correcto sin ser conscientes de los problemas filosóficos de la identidad, la realidad y la existencia.

De la misma manera, aprendemos una amplia y heterogénea gama de nociones éticas, conceptos espaciales y temporales, ideas de causalidad y explicación, emociones, operaciones mentales.. .La enseñanza que recibimos es fundamentalmente práctica y en gran parte por medio de ejemplos. Mucho de lo que aprendemos lo logramos repiti en gran parte por medio de ejemplos. Mucho de lo que prendemos lo logramos repitiendo y siendo ocasionalmente corregidos, tal y como aprenden a hablar gramaticalmente los niños antes de que oigan hablar de gramáticas.

Pero así como el dominio práctico no lleva consigo en forma alguna la habilidad de enunciar sistemáticamente las reglas que observamos sin esfuerzo, tampoco el dominio práctico de nuestro bagaje conceptual lleva consigo en absoluto que comprendamos clara y explícitamente los principios que gobiernan nuestro emplejo de ese bagaje, la teoría de nuestra práctica. La enseñanza explícita de los significados que recibimos y roporcionamos del modo usual es estrictamente práctica tanto en la intención como en su efecto.

Los principios, la estructura y las explicaciones en cuya búsqueda anda el filósofo analítico no se pueden alcanzar a través de ninguna de estas técnicas estrictamente prácticas; porque se trata precisamente de los principios y la estructura cuya captación implícita está presupuesta en el uso de tales técnicas. ¿Cuáles son las relaciones entre esta explicación de la labor filosófica, que recurre a la analogía de la gramática, y la explicación wittgensteniana, que se vale de la analogía de la erapia?

Está claro que tienen bastante en común. Las dos ponen gran énfasis en el uso real de los conceptos dentro de las esferas que le son propiamente suyas. Sin embargo, ambas difieren significativamente en su espíritu y objetivos. La analogía gramatical sugiere la existencia de un siste significativamente en su espíritu y objetivos. La analogía gramatical sugiere la existencia de un sistema, de una estructura subyacente general, que hay que poner al descubierto, e incluso que hay que explicar.

La analogía terapeútica parece haberse concebido con un espíritu más negativo. No hemos de construir un sistema, sino que «compilamos recuerdos» guiados por una finalidad particular, la de liberarnos de las confusiones y perplejidades en que caemos cuando nuestros conceptos remolonean en la mente. De las dos analogías, es muy posible que encontremos más atractiva la de la gramática por su espíritu positivo y constructivo. Strawson así lo ve. Sin embargo, la concepción negativa goza de cierta ventaja, aunque sólo sea por la aparente modestia que reivindica.

Al menos no hay ninguna duda de la existencia de perplejidad, absurdo y confusión en filosofía; ni tampoco ay duda alguna de la utilidad de un método que resuelve la perplejidad y la confusión y que disipa el absurdo. ¿Hay alguna razón real para suponer que exista algo que merezca ser llamado, incluso figuradamente, la gramática de nuestro pensamiento ordinario? Quizá, la razón por la que no podemos enunciar fácilmente la teoría de nuestra práctica es que no hay nada que formular, nada que no sea señalar la práctlca misma. La analogía podría adolecer de una limitación o defecto serio.

El atractivo de la analogía descansa en el contraste entre el dominio e una práctica, por un lado, y la capacidad de discernir y enuncia explícitamente lo dominio de una práctica, por un lado, y la capacidad de discernir y enuncia explícitamente los principios que la rigen, por el otro. Pero seguramente cabría pensar, ha de distinguirse aquí entre conceptos que podrían llamarse preteóricos o no técnicos, de una parte y conceptos esencialmente teóricos de otra; entre el vocabulario común de los hombres y los vocabularios especializados de los físicos, los fisiólogos, economistas, matemáticos y bioquímicos.

La analogía gramatical puede tener lgunas aplicaciones en el primero, en el vocabulario común de los hombres. Pero ¿cómo podría aplicarse a los segundos, a los vocabularios de las ciencias especiales? Aprendemos las nociones ordinarias sin entrenamiento teórico; por ello es verdad que nuestro pensamiento ordinario podría tener una estructura no explícita que hubiera que desvelar por medio de los métodos. ero no es verdad que adquirimos los conceptos claves de las disciplinas especializadas sin que medie enseñanza teórica explícita. ¿Hemos de concluir por tanto que la filosofía, o cuando menos a moderna filosofía analítica, no tiene nada que ver con, y no tiene nada que decir sobre, esas ciencias especiales? Si la filosofía se ocupa de la estructura de nuestro pensamiento, debe con seguridad tratar de la estructura de todo nuestro pensamiento.

Así como nosotros, en nuestas relaciones ordinarias con las cosas, hemos adquirido una práctica preteórica, sin que por ellos seamos necesariamente capaces de enunciar los principios de esa práctica, de igua por ellos seamos necesariamente capaces de enunciar los principios de esa práctica, de igual forma él, el científico specialista, puede haber adquirido eso que llamamos una práctica teórica sin ser capaz de enunciar, dentro de esa práctlca, los principios de empleo de los términos que no son específicos de ella. n científico natural puede ser inventivo proponiendo hipótesis que se confirman brillantemente y encontrarse perdido al tener que dar una explicación general de qué es la confirmación de una hipótesis científica. Entonces, además de la historia, tenemos la filosofía de la historia; además de la ciencia natural, la filosoffa de la ciencia; además de la matemática, la ilosofía de la matemática.

Los seres humanos tienen la necesidad de relaclonar sus diferentes intereses intelectuales, tanto entre sí como con otros intereses inespecíficos; o de relacionar nuestra imagen del mundo dada por el sentido común con nuestras diversas imágenes abstractas, teóricas o especializadas de partes o aspectos del mundo. Carecemos de razón para esperar que haya un tipo de especialista experto en esta tarea en particular. Incluso cuando se mueve dentro de su propio terreno, el especialista está obligado a usar conceptos de aplicación más general.

Del hecho de que los utilice con corrección no se sigue que sea capaz de dar una explicación clara y general de la forma característica en que se emplean en su campo Al dar tales explicaciones y al señalar las diferencias y parecidos entre ellas, también se ponen preci tales explicaciones y al señalar las diferencias y parecidos entre ellas, también se ponen precisamente de manifiesto las relaciones que existen entre los diferentes compartimentos de nuestra vida intelectual y humana. or tanto, las dos tareas no son sino una. No hay garantía de que demostrar automáticamente ompetencia en una disciplina especializada lleve consigo la capacidad de elaborar una imagen no distorsionada de la relación de dicha disciplina con otros asuntos humanos e intelectuales. De hecho, una competencia especializada podría ser un tipo especial de limitación.

De ofrecernos una imagen de la realidad, no es improbable que su disciplina especial ocupe un lugar central, subordinando a ella otros asuntos. Esto seria imperialismo intelectual, en el que cualquier teoría que trate de ofrecer una imagen general de la realidad, pero que se erija bajo el dominio e algún interés particular, no se librará de la exageración y la distorsión.

La producción y difusión de tales teorías puede ser inevitable, incluso parece natural en la especie humana el deseo de una única llave maestra que abra todas las cerraduras; y útil porque estas imágenes dramáticas y unificadas del mundo, centradas en un interés concreto, pueden ayudar a sacudir hábitos de pensamiento asentados en un terreno particular de investigación y ayudar a abrir el camino para nuevos desarrollos o hacer que se acepten y difundan los ya disponibles.