01 Anhelo

¿Qué ha hecho? Con una nueva identidad, una muerte fingida y una oportunidad de huir del peligro que la persigue, Rachael ha escapado de un asesino sin rostro. Ahora, a miles de kilómetros de casa, bajo el exótico dosel del bosque mojado por la lluvia, ha encontrado refugio. ¿Dónde puede esconderse? Por este mundo, repleto de criaturas insólitas, camina la más exótica de todas ellas. Su nombre es Rio. Nativo de los bosques, imbuido de un feroz valor, es deseado.

Poseedor de sus secretos es de temer _ p ¿En quién puede con acecha de un modo t mientras Rio libera el sangre, Rachael teme en un infierno del qu 15 stinto cult o de Rachael r del bosque, y ue corre por su se haya convertido galardón al conjunto de su carrera otorgado por la revista Romantic Times. Sus obras, que han sido traducidas a numerosos idiomas y publicadas en todo tipo de formatos (incluido el manga), alcanzan regularmente los primeros puestos de las listas de libros más vendidos.

Es autora de la serie Las hermanas Drake (Booket, 2009 y 2010). En 2011 Booket publicará la serie Salvaje, compuesta por Anhelo, Embrujo y Llama. Más información en: www. christinefeehan. com www. planetadelibros. com/Anhelo Para mi hijo, Mark, un hombre inteligente que me ha dado a mi hermosa nieta Erin a mi maravilloso nieto James Agradecimientos 2 DF 715 ilJn agradecimiento espe avillosa escritora, Lisa halcones, captaron el rumor y lo transmitieron volando con sus brillantes alas mientras gritaban encantados por toda la selva.

Ruidosos grupos de macacos con largas colas, gibones y monos que se alimentaban de hojas lo escucharon y saltaron de rama en rama alegremente, chillando con anticipación. Los orangutanes, por su parte, se movían con cuidado por los árboles en busca de fruta madura, hojas comestibles y flores, manteniendo la dignidad en medio de todo aquel alboroto. En poco tiempo, la noticia estaba por todas partes. Habla pocos secretos en la comunidad y todo el mundo había estado esperando con preocupación. Él escuchó la noticia mucho antes de que le llegara su aroma.

Brandt Talbot se encogió entre la espesa vegetación con el pecho tenso y el cuerpo rígido por la repentina anticipación. Ella estaba por fin allí. En sus dominios. A su alcance. Encontrarla había requerido una búsqueda larga, casi imposible, pero aun así lo habla logrado. Estaba tan cerca que tuvo que echar mano de un férreo autocontrol para evitar moverse demasiado rápido. No podía asustarla, no podía revelar sus intenciones ni permitirle que e diera cuenta, ni por un momento, de que el cerco se estaba cerrando a su alrededor.

Era esencial cortarle cualquier salida, empujarla hasta el centro de su dominio y bloquear cualquier ruta de escape. Había preparado su estrategia durante años. Había tenido tiempo para planearlo todo mientras recorría el mundo en su busca, mientras revisaba todos los documentos a la caza de su presa. Cuando e 3 DF 715 su busca, mientras revisaba todos los documentos a la caza de su presa. Cuando estuvo seguro de que había encontrado a la mujer correcta, a la de verdad, puso en marcha su plan contando con a intervención de su abogado para que la atrajera hacia la selva, hacia su territorio.

Se movió con rapidez pero sin hacer ruido por la abundante flora, saltando sin ningún esfuerzo sobre árboles caídos mientras se dirigía hacia los [mites exteriores de la jungla. Un rinoceronte gruñó cerca de allí. Al percibir su olor, los ciervos avanzaron con dificultad asustados. Animales más pequeños salieron disparados para apartarse de su camino y los pájaros guardaron silencio cuando él se acercó. Los monos, por su parte, se cobijaron en puntos más altos de las ramas, pero ellos también permanecieron allados, sin atreverse a molestarlo, cuando paso por debajo de donde se encontraban. ?se era su reino y aunque rara vez hacía ostentación de su poder, todas las especies eran conscientes de que no se toleraría ninguna interferencia. Sin su constante vigilancia y su continuo cuidado, su mundo pronto desaparecería. Él vigilaba y los protegía, y pedía poco a cambio. Ahora, sin embargo, exigía una completa cooperación y la muerte le llegarla silenciosa y rápidamente a cualquiera que osara desafiarlo. Todo fue diferente desde el momento en que Maggie Odessa puso los pies en la jungla. Ella misma era diferente. Lo sent(a.

El alor que en la costa le había resultado agobiante y sofocante, en el interior de la jungla parecía envolverla en u 4 715 costa le había resultado agobiante y sofocante, en el interior de la jungla parecía envolverla en un extraño mundo perfumado. Era más consciente de ello cuanto más profundamente se adentraba en la selva. Estaba más alerta. Como si se despertara de un mundo de sueños. Sentía su oido mucho más agudo. Podía escuchar los sonidos de los insectos por separado, identificar los trinos de los pájaros, los gritos de los monos.

Escuchaba el viento que hacía susurrar las ramas sobre su cabeza y a los animales ás pequeños que correteaban entre las hojas. Era extraño y, aun así, excitante. En un primer momento, cuando Maggie supo lo de su herencia, habla pensado en vender la propiedad sin verla siquiera por respeto a su madre adoptiva. Jayne Odessa se había mantenido inflexible respecto a que Maggie fuera a visitar la selva. La sola idea asustaba a Jayne y le había suplicado repetidas veces que le prometiera que nunca se pondr[a en peligro.

Maggie quería a su madre adoptiva y no deseaba actuar contra su voluntad, pero tras la muerte de Jayne, un abogado se había puesto en contacto con lla para ‘nformarle de que era la hija de una rica pareja, unos naturalistas que habían muerto en circunstancias violentas cuando ella era niña, y que había heredado una propiedad en medio de la selva de Borneo. La tentación fue demasiado grande para resistirse y, a pesar de las promesas que Maggie le había hecho a su madre adoptiva, atravesó medio mundo para encontrarse con su pasado.

Maggie había aterrizado en el pequeño aeropuerto y se había e 5 DF 715 para encontrarse con su pasado. Maggie había aterrizado en el pequeño aeropuerto y se había encontrado con los tres hombres que el abogado había enviado ara que la acompañaran. Desde allí, habían viajado durante una hora en un vehículo con tracción en las cuatro ruedas antes de dejar la carretera principal y tomar una serie de caminos sin pavimentar que llevaban a la selva más profunda. Parecía como si hubieran pasado por encima de cada surco y de cada hoyo en el camino de tierra.

Al final, habían aparcado el vehículo para continuar a pie, una perspectiva que no había hecho ninguna gracia a Maggie. La humedad era alta y ató la camisa caqui alrededor de la mochila mientras se adentraban aún más en el interior de la selva. Los hombres parecían tremendamente fuertes y bien reparados. Eran fornidos y caminaban silenciosos, en constante alerta. Al principio, se había sentido nerviosa, pero en cuanto empezaron a avanzar por el oscuro interior de la jungla, todo pareció cambiar; se sintió como si estuviera regresando al hogar.

Mientras seguía a sus guías por el serpenteante sendero, fue consciente de la mecánica de su propio cuerpo, de sus músculos, del modo en que se movían con elegancia, sin esfuerzo. Sus pasos casi eran rítmicos. No tropezaba, no hacía ruidos innecesarios. Sus pies parecían encontrar sin problemas su sitio en el irregular suelo. Maggie fue consciente de su propia feminidad. Pequeñas perlas de humedad se deslizaban por el valle que se formaba entre sus pechos, brillantes por el sudor.

La camiseta DF 715 humedad se deslizaban por el valle que se formaba entre sus pechos, brillantes por el sudor. La camiseta se le pegaba a la piel. Sentía su larga y abundante melena, su único gran tesoro, pesada y caliente contra el cuello y en la espalda. Cuando levantó la pesada mata, aquel sencillo gesto resultó repentinamente sensual e hizo que sus pechos se elevaran bajo la fina camiseta de algodón y los pezones rozaran con suavidad el tejido. Maggie se retorció el pelo con la pericia de la práctica y se sujetó la ruesa mata a la cabeza con un palito adornado con piedras preclosas.

Era extraño que el calor y la primitiva jungla, de repente, la hicieran tomar conciencia de su cuerpo, del modo en que se mov(a balanceando las caderas suave y sensualmente, como si supiera que alguien la observaba, alguien a quien ella deseaba seducir. En toda su vida, nunca había sido coqueta o provocativa. Sin embargo, ahora la tentación le resultaba irresistible. Era como si allí, en ese lugar oscuro y lleno de maleza con enredaderas, hojas y toda clase de plantas imaginables, hubiera cobrado vida. Los árboles más bajos competían por la luz del sol con los más ltos.

Estaban envueltos por lianas y plantas trepadoras de varios tonos de verde. Sobre sus cabezas, colgaban orquídeas salvajes y los rododendros ascendían tan alto como algunos de los árboles. Las plantas con flores que crecían sobre los árboles se estiraban en busca de la luz del sol que lograba atravesar la tupida vegetación. Loritos de brillantes colores y otros pájaros estaban DF 715 atravesar la tupida vegetación. Loritos de brillantes colores y otros pájaros estaban en constante movimiento. La áspera llamada de los insectos llenaba la selva con un ruidoso zumbido.

Las flores perfumadas endulzaban el aire provocando a sus entidos. Era un escenario exótico y erótico al que sabía que pertenecía. Maggie echó la cabeza hacia atrás con un pequeño suspiro y se enjugó el sudor del cuello con la palma de la mano. Sentía su cuerpo de cintura hacia abajo pesado e inquieto con cada paso que daba. Necesitado. Anhelante. Tenía los pechos inflamados y le dolían. Le temblaban las manos. Una extraña euforia la inundó. La vida palpitó en sus venas. Fue como un despertar. Sólo entonces se dio cuenta de que los hombres la observaban. nos ojos ardientes que seguían los movimientos de su cuerpo, la curva de sus caderas, el empuje de sus pechos que tiraban de la ela de la camiseta, el movimiento ascendente y descendente de su respiración mientras caminaba por el estrecho sendero. Habitualmente, el hecho de saber que la observaban la habría avergonzado. Sin embargo, en ese momento, se sintió lasciva, casi una exhibicionista. Maggie analizó sus sentimientos y se quedó conmocionada. Estaba excitada. Totalmente excitada. Siempre había pensado que era un poco asexual.

Nunca veía a los hombres del mismo modo que lo hacían sus amigas, nunca se había sentido realmente atraída por ellos y estaba claro que ellos no la encontraban atractiva. Sin embargo, en ese momento, no sólo era consciente e su propia sexualidad, sin 8 DF 715 encontraban atractiva. Sin embargo, en ese momento, no sólo era consciente de su propia sexualidad, sino que estaba disfrutando enormemente del hecho de que excitara a aquellos hombres. Frunció el ceño mientras le daba vueltas en la cabeza a aquellos sentimientos tan poco familiares.

Habla algo que no encajaba No se sentía atraída por los hombres, por muy excitado que su cuerpo estuviera. No eran los hombres. Era algo en lo más profundo de su ser que no podía comprender. Avanzó por el sendero, sintiendo que unos ojos le acariciaban el cuerpo, sintiendo el peso de las miradas, escuchando la espiración más pesada de los hombres mientras se adentraba aún más en el oscuro interior de la selva. La jungla parecía cerrarse tras ellos. Las enredaderas y arbustos se extendían sobre el sendero.

El viento hacía caer pétalos de flores, enredaderas y hojas y ramas sobre el suelo de la selva de forma que pareciera como si no lo hubiera pisado nadie en millones de años. Sus ojos veían los detalles de un modo diferente, con mucha más nitidez, captaban movimientos que no deberían haber sido capaces de percibir. Era excitante. Incluso su sentido del olfato parecía mejorado e intentaba no pisar una hermosa y frágil planta lanca que parecía estar por todas partes y que despedía un olor acre. —¿Qué es esto que hay por el suelo? —se aventuró a preguntar. ??Un tipo de hongo —respondió uno de los hombres con aspereza. Se había presentado simplemente como Conner—. A los insectos les encanta y acaban esparciendo sus esporas por g DF 715 simplemente como Conner—. A los Insectos les encanta y acaban esparciendo sus esporas por todas partes. —Carraspeó, miró a los otros hombres y luego volvió a mirarla a ella—. ¿A qué se dedica en la gran ciudad, señorita? A Maggie le sorprendió que le hiciera una pregunta, porque inguno de ellos parecía querer conversar. —Soy veterinaria de animales exóticos. Estoy especializada en felinos.

Maggie siempre se había sentido atraída por la selva, había estudiado e investigado todo lo que había encontrado sobre junglas, animales y plantas. Había trabajado duro para convertirse en una veterinaria de animales exóticos con la esperanza de practicar su profesión en la jungla, pero Jayne se había mantenido tan firme, tan resuelta en su determinación de mantener a Maggie cerca que, al final, se había conformado con trabajar para el zoo. Así que ésa había sido su gran oportunidad de ir al lugar ue siempre había anhelado ver. Maggie soñaba con la selva.

Nunca había jugado con muñecas como las otras niñas, sino con animales de plástico, leones, leopardos y tigres. Con todos los grandes felinos. Tenía debilidad por ellos; sabia cuándo sentían dolor o estaban preocupados o deprimidos. Los felinos, por su parte, le respondían y rápidamente había adquirido una buena reputación por su capacidad de curar y trabajar con felinos exóticos. Los hombres intercambiaron una breve mirada que no fue capaz de interpretar. por alguna razón, su reacción hizo que se sintiera incómoda, pero insistió en su intento de conversar ahora que